Jesús: la humildad de Dios
Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. Juan 13:3-5.
Se cuenta la historia de un misionero que trabajaba por Cristo en un país pagano. Se había hecho amigo de los representantes de otras religiones no cristianas que residían en ese lugar, y cierta vez se organizó una reunión en la que cada representante religioso debía presentar, de la manera más escueta, gráfica y contundente posible, quién y cómo era su dios.
Llegó el día, y cada uno de ellos hizo su presentación, con gran elocuencia. Cuando le llegó el turno al misionero cristiano, este llevó un cuadro que representaba la escena a la que hace alusión nuestro texto de reflexión para hoy: Jesús, lavando los pies de los discípulos. De más está decir el impacto que produjo entre los demás religiosos.
No se equivocó este misionero. Ese es nuestro Dios, Jesús: un Dios que descendió de la inefable felicidad del cielo a nuestra problemática y peligrosa Tierra, ocupó el lugar de un simple trabajador manual en las colinas de Galilea, y vivió toda su vida para servir y ayudar al prójimo, sin buscar ningún tipo de honores para sí.
Ese acto visible, físico, fue un símbolo de la infinita humillación que representó para él abandonar el cielo; hacerse hombre, con todas las limitaciones propias de la humanidad, en comparación con su omnipotencia divina; vivir como un campesino; y no reclamar nunca ningún honor ni servicio de los demás, sino tan solo desear servir al necesitado.
¡Cuán diferente sería nuestra sociedad pretendidamente cristiana si, a lo largo de los siglos, se hubiese vivido de acuerdo con los valores y el ejemplo de Cristo! ¡Cuánta ambición egoísta, cuántos conflictos personales, familiares, laborales, religiosos, nacionales e internacionales se evitarían si todos viviésemos de acuerdo con este sublime ejemplo de Jesús, quien siendo Dios no vino para ser servido, sino para servir!
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
SUSCRÍBETE A NUESTRO BOLETÍN DE ESPERANZA
NUESTRAS CREENCIAS
Las creencias adventistas tienen el propósito de impregnar toda la vida. Surgen a partir de escrituras que presentan un retrato convincente de Dios, y nos invitan a explorar, experimentar y conocer a Aquel que desea restaurarnos a la plenitud.