Reflexiones para tí.

Hanún

Entonces Hanún mandó que apresaran a los mensajeros de David y que les afeitaran media barba y les rasgaran la ropa por la mitad, a la altura de las nalgas. Y así los despidió. 2 Samuel 10:4.

Hay equivocaciones varias por motivos varios; normalmente, Intrascendentes.

“Pienso que…”, “Me pareció que…”, “Comúnmente ella…”, “Él me dijo que…”. ¡En cuántos problemas nos metemos por escuchar el consejo equivocado!

La Biblia es clara al decir que David envió a sus hombres a territorio amonita porque Nahas, el anterior rey, había muerto. Su hijo lo sucedió en el trono y él quería tener con el nuevo rey el mismo tipo de leal relación que había tenido con su padre. Así que, envió mensajeros para darle el pésame.

Pero Hanún escuchó la opinión equivocada de los ancianos del pueblo. Ellos le dijeron que el verdadero motivo que traía a los mensajeros de David era espiar la ciudad para destruirla.

¿Había alguna razón para que Hanún creyera a los ancianos? Si la relación del rey de Israel con el padre del nuevo monarca había sido buena, ¿por qué este creería en un plan de destrucción? Hanún creyó en la idea de los ancianos y actuó en consecuencia.

En nuestro caso, alguien cercano puede convencernos de algo equivocado. Incluso, puede hacernos ir contra nuestros propios criterios y nuestras propias creencias. No hay ninguna tentación -que dicho sea de paso, no es pecado- que no podamos soportar. Caemos en tentación porque nos gusta. Escuchamos la voz equivocada y le damos crédito, porque nos gusta lo que oímos.

Quizá Hanún pensó que actuando de esta manera colocaría un límite en el poder conquistador del rey de Israel. El problema es que David no pensaba atacarlo, todo lo contrario. Pero, después de este incidente, obviamente, cambió de opinión. La destrucción fue total; apenas de la infantería, David mató a cuarenta mil hombres del ejército sirio que quiso defender a los amonitas.

Cuando los mensajeros, avergonzados, regresan al territorio israelita y David se ofende, los amonitas intentan organizarse para defenderse, buscando el apoyo de mercenarios sirios. Otro error del rey. Es como nuestra típica segunda equivocación: una vez que nos equivocamos, nos rodeamos de fuerzas humanas para intentar defendernos.

No hay fuerza en el mundo que nos pueda librar del pecado. La única solución está en las manos, marcadas por los clavos, del Señor Jesús.

 

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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